Cartas: «Aquí se mató, aquí se torturó»
12.09.2022
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12.09.2022
Señor director:
Rabia. Rabia se siente al no entender; más bien, entender a medias y con ojos ajenos a todo el sudor, ruido y dolor con que gran parte de este país ha ido construyendo esperanzas de cambio. Con una mirada extranjera miro la etapa final de un sendero que culmina en frustración. El día 4 de septiembre pasado llovió sobre ese sendero, se apagó su esperanza. La gente ejerció su derecho y votó mayoritariamente por mantener una Constitución escrita durante un régimen asesino. Por manos que oprimieron, maltrataron, privaron de libertad y establecieron un Estado neoliberal que hoy, pese a sus agujeros negros y peso de plomo, persiste.
Recursos naturales privatizados, fondos de pensión que juegan a ser inversionistas en el mercado internacional, educación y sanidad reducidos al alcance de unos pocos y, para colmar un vaso que ya lleva tiempo rebalsando, Fuerzas Armadas que ladran y muerden incesablemente impunes. Qué le pasa al mundo, y hacia dónde está mirando la gente. Somos varias en casa las personas que venimos de Europa; minoría en relación con las chilenas, pero suficientes para que en casa exista una comprensión parcial de lo que sucedió antes y tras el conteo de votos del plebiscito. Llegamos algo tarde si se viaja tiempo atrás e intenta dar con las células del cáncer que se padece hoy. Pinochet tuvo diecisiete años para instalar un sistema de clases y privilegios, así como clanes económicos y un neocolonialismo empresarial que ha beneficiado principalmente a multinacionales occidentales.
Hoy el Estadio Nacional muestra un lienzo con el título de la presente carta, dando así la bienvenida a sus visitantes desde la fachada. 49 años después de ser un centro de torturas y muerte, se ilumina tenuemente de velas que encienden, una por una, la memoria de cada persona abusada por el régimen. Sus muros, un día con grabados de sangre, hoy son empapados de ojos que recuerdan las vidas que se llevó la dictadura, así como aquellas que esta condenó a vivir con el martirio inmortal de la memoria. Dice uno de esos muros: «UN PAÍS SIN MEMORIA ES UN PAÍS SIN HISTORIA».
A Chile todavía le hacen falta pasos para vislumbrar un trágico pasado que se enraizó en lo que hoy es el país que camina, construye, y que en unos días celebrará su historia con orgullo. Camina y construye sobre tierras movedizas, aunque será siempre en vano intentar alzar a un país cuando no existen esfuerzos puros por reconocer, recordar y revelar los agujeros de bala aún latentes en su sociedad.