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Pablo Abrego | 03.04.2022 | Socio/a 4 años
Estimado señor Reyes He leído su columna del 21 de marzo de 2022 relativa al proceso constituyente y quisiera detenerme en expresar algunos comentarios respecto de la forma y el fondo de su contenido. Ud. parte su columna haciendo referencia al profundo significado de la ceremonia de traspaso presidencial que, recoge en un acto solemne la trayectoria y continuum de una nación, y hace expresa referencia al alma nacional, a la memoria y en seguida se extiende en comentar los aparentes peligrosos caminos de desconstrucción de la Convención Constituyente, la que parece desconocer todo el camino andado y con ello afectar o dejar sin alma a la joven nación chilena. Permítame hacer algunas observaciones respecto de los conceptos vertidos. Me imagino que al hablar de “alma nacional” nos estamos refiriendo de algún modo al “Espíritu del Pueblo” o “Espíritu Nacional” (en alemán “Volksgeist”) concepto acuñado por el nacionalismo romántico y que consiste en atribuir a cada nación rasgos comunes y permanentes en el tiempo. Esta joven nación, desde sus inicios como tal, estuvo ligada al derrotero de las familias aristocráticas castellanas quienes de algún modo lograron, luego de declararse la independencia, mantener cuotas de poder político y económico, compartido claro con las florecientes familias criollas, también ligadas por sangre a las de viejo abolengo. Esto les permitió mantener hasta avanzado el siglo XX el concepto retrógrado de latifundio, dilatar la participación activa de la mujer con derecho a voto en la política, hasta 1952, reducir a la más mínima expresión la participación de los trabajadores en la toma de decisiones de la nación también hasta muy avanzado el siglo XX; y que decir del poder ejercido por la iglesia católica en el devenir de esta “alma joven y libre” que tan sólo a finales del siglo XX ha morigerado su influencia, pese a que llevamos varios lustros con los poderes del Estado definidos como laicos. Si hacemos, y debemos hacerlo, mención al especial período vivido por la patria durante la Dictadura militar de diez y siete años, donde los mismos descendientes de las antiguas familias de abolengo influyeron en la reinstalación del alma más antigua y retrógrada de la nación joven, con una impronta moralista que arrastramos hasta hoy y cuyo interés primario se confunde con los intereses mundanos de los bienes patrimoniales terrenales, nuestra alma tiene algunas penas que saldar. Efectivamente el lenguaje oral y escrito de la Convención y los Constituyentes, parece querer dejar lo más atrás posible aquellos elementos de la vieja “alma nacional” y yo tengo la esperanza que así sea y sea para bien. No es cierto y no es sano que debamos aceptar como una verdad imperecedera y arrastrar por siempre un espíritu que se ha forjado en la exclusión de partes importantes de la Nación: clases sociales, pueblos, géneros. Efectivamente esta mirada disruptiva genera temor, desconfianza en algunos, pero más que nada recelo y desaprobación en quienes ven de algún modo el fin de sus privilegios o de sus certezas morales. Efectivamente las miradas excesivamente moralistas de la ley nos hacen creer que la sola existencia de esta hace mejores a los hombres a quienes pretende enrielar. Pero la moralidad colonial que ostentan como un bien común los sectores más acomodados de este país solo pretende denostar los cambios sin reflexionar con profundidad en la necesidad de estos o en la virtud de un “alma nacional joven” construida con mayor amplitud, mayor diversidad, mayor divergencia considerada, más inclusiva en el diálogo. En todo caso mi estimado señor Reyes, este escenario estará influenciado por la fuerte opinión de algunos, que son más considerados por los medios por sus estudios o sus cercanías, como es su caso, por lo que le pido que cuando reflexione lo haga más allá de su experiencia y temores. E intente mirar con los ojos de otros y escuchar la voz de otros que con vehemencia y a veces con rabia quieren hacerse ver y escuchar por primera vez. Pablo Abrego S. Stgo. 3 de abril de 2022
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