El sumo pontífice estuvo tres días y medio en nuestro país y si bien congregó a menos personas de las esperadas, su visita nos movilizó a reflexionar, discutir y hablar de muchos temas, a veces olvidados en relación con la ética, la fe, las vulneraciones y el encubrimiento.
Un acto polémico en esta visita fue cuando el Papa Francisco, en su primera actividad oficial en Chile, pide perdón por los abusos cometidos, “por el daño irreparable causado a niños y niñas por ministros de la Iglesia”.
Posteriormente, el Papa Jorge Bergoglio, el último día de su visita a Chile defiende al obispo de Osorno Juan Barros, al decir que todas las acusaciones en su contra eran falsas y solo “calumnias”. El obispo Barros fue por más de 30 años parte del séquito de Karadima y, de acuerdo con distintos reportajes de CIPER (2011-2012), fue testigo y cómplice de conductas abusivas según testimonios de las víctimas José Andrés Murillo, Juan Carlos Cruz y James Hamilton, lo cual fue declarado además en la causa y en el fallo de la ministra Jessica González.
Juan Barros
Ahora bien, el Papa Francisco desecha todas estas acusaciones en contra del obispo Barros, hecho que ha generado gran malestar entre sus víctimas, lo cual sucede además después de haber pedido perdón. Este acto solo puede interpretarse como que el líder del Vaticano está reproduciendo el encubrimiento y el secretismo que existe al interior de una de las instituciones más poderosas y totalitarias del mundo. El Papa al pedir perdón solo reproduce la falta de coherencia entre el discurso y el actuar, que entrampa a los fieles y destruye a sus víctimas. Presenta dos discursos paralelos y al mismo tiempo contradictorios. Por un lado, pareciera que reconoce un delito grave que ocurre de parte de integrantes de la Iglesia y, al mismo tiempo, niega que esto haya ocurrido.
Son mensajes y acciones discordantes y confusas, que se podrían homologar a lo que ocurre al interior de alguna parroquia cuando un sacerdote agresor sexual abusa en nombre de Dios, quien lo ha investido del poder que detenta. En esta realidad, el que sanciona el pecado oculta al pecador y el que debe cuidar es cómplice del que vulnera.
El Papa pide perdón, pero esta palabra está vacía, no tiene significado, esta palabra se desdibuja y solo provoca más daño en las víctimas que necesitan del reconocimiento de lo que les ocurrió para empezar a reparar, a superar en parte, la experiencia traumática que padecieron. El que pida perdón en este caso es terrible, es manifestar públicamente que él sabe lo que ocurre, pero no quiere saber; él sabe, pero no hará nada al respecto; él sabe, pero prefiere el silencio y el secreto.
Adriana Guila Sosman
Las víctimas precisan acciones que detengan esto, acciones que impliquen consecuencias para los culpables. No obstante, esto no ocurre. Los agresores quedan impunes y las víctimas comprueban una vez más la injusticia, sienten otra vez impotencia y desconfianza. Reviven, reeditan y recuerdan vivencias dolorosas de desconocimiento y negación de la transgresión sufrida que afectó para siempre el rumbo de sus vidas.
Cuando el pontífice dice que requiere pruebas de que el obispo Barros fue partícipe del encubrimiento en el caso de Karadima, está exigiendo a los otros, principalmente a las víctimas, que comprueben la victimización sufrida, exteriorizando su culpa y responsabilidad. Los que denuncian deben probar el delito cometido y no él, como jerarquía máxima de la Iglesia Católica. Él se desembaraza de su responsabilidad de investigar estas denuncias, niega y culpa a las víctimas.
Finalmente, la moraleja de esta visita del Papa es que “el mundo es al revés”, vivimos sumergidos en el cuento de “Alicia en el país de las maravillas”. Entonces, las víctimas tienen la responsabilidad de buscar las evidencias de las gravísimas vulneraciones sufridas y los victimarios están libres, sin condena de parte de la justicia chilena y con la única sanción de vivir una vida de “penitencia y oración”. ¡Bienvenidos al mundo al revés!
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Que bien Adriana, representas mi sentir. Es inconcebible que las autoridades cristianas se coludan y protejan entre si y dejen en la impunidad a sus victimas y además sean tan inconsecuentes. Me pregunto, cómo se lo dijo el Papa a los jóvenes: que haría Cristo? Qué les diría Cristo? Muy lamentable!!
Carlos Hurtado | 06.02.2018
Estimada Adriana,
Las instituciones están conformadas por hombres y mujeres. Por lo tanto, todas son un reflejo de la humanidad donde existe un conflicto constante entre el bien y el mal.
Ser Cristiano es tener la capacidad de perdonar a los que se arrepienten honestamente y deciden cambiar el rumbo de sus vidas. Y amarlos a todo y ayudarlos a cambiar sus vidas. El que no es verdaderamente Cristiano no es capaz de entenderlo.
Ayer me llego un video de las atrocidades contra los derechos humanos que está cometiendo todos los días el estado de Israel contra miles de Palestinos, hombres, mujeres, y niños, esto me quita más el sueño que el Obispo Barros renuncie a su cargo, aunque desde mi modesta opinión debiera renunciar por el bien de la iglesia.
Hecho de menos una autocrítica de los judios en el mundo, y en particular los que viven en Chile. Cero arrepentimiento. Por lo menos el Papa muestra arrepentimiento y pide perdón por la iglesia, y trata de enmendar el rumbo con todas las complejidades que esto significa.
Manuel Antonio | 01.02.2018
Estimada señora Adriana:
Lamentablemente no aporta mucho con respecto a otros articulos que he leido, todos buscan la critica facil, la fama a costa de de la desgracia y escandalo de los abusos sexuales en la iglesia de Santiago, desgraciadamente otro articulo en contra del obispo de Roma en su visita a nuestro pais, su articulo es mas bien una vision pesimista de la realidad y no aporta optimismo o esperanza a los que leemos en torno a este horrendo caso.
Daniel Aro | 01.02.2018
vivimos en un mundo donde la ironía, la inmoralidad y el engaño son las bases para gobernar, un mundo en tinieblas. Lamentablemente la humanidad está segada, embriagada de la inmoralidad donde es más fácil mantenerse ahí que intentar practicar el respeto, en todo sentido. Todo cae por su propio peso y espero ver la caida de estas lacras que representan la maldad y dicen representar a nuestro Padre en la tierra. Saludos y que sus corazones no deambule por la oscuridad.
MANUEL DIAZ | 30.01.2018
El serio problema del Papa es efectivamente fiarse de lo que le informan "sus colaboradores más cercanos". Es una situación muy complicada para el Papa, porque reconocer hechos en esta materias es también reconocer que otros …(obispos y altas autoridades ocultaron información en los momentos en que se hicieron las denuncias).De tal modo que podría ser (para los intereses de la iglesia) peor el remedio que la enfermedad. Lamentable el triste espectáculo lo da SIEMPRE una jerarquía eclesiástica que protege y oculta estos deleznables hechos de forma siempre calculada a sus “visibles interesesâ€, en vez de ponerles fin como debiera ser, de manera ejemplificadora... Así dadas las cosas la intermediación, la representación de la que hace gala la Iglesia es nula, y resulta más fácil y conveniente relacionarse directamente con el Dios de la verdad, evitando a “estos pastores†que evalúan como embaucar al rebaño de ovejas, para su beneficio (afortunadamente las “ovejas†están dejando de ser ciegas y sordas, tontas hay muchas aún….(.!!!!No hay peor ciego que no quiere ver..ni peor sordo que no quiere oir!!!!!!)
Sandra | 30.01.2018
Adriana tienes toda la razón que buena y clara tu exposición. Que vergüenza y nocivo el actuar de el Papa a este respecto
Sergio Aedo | 30.01.2018
Esa ha sido la manera habitual del proceder de los jerarcas de la iglesia Católica. La falta de dolor para con las víctimas queda de manifiesto en ese discurso incoherente en el cual se pide perdón y se acusa a las mismas víctimas de calumniadoras. Falta de consistencia. El discurso de Francisco no es otra cosa que formalidad y carencia de espirituidad. Ausencia de empatía. El pueblo chileno hace rato clama reparación a las víctimas que han sido objeto de abusos por parte de la iglesia, asunto que Francisco no está dispuesto a asumir.
