DESORDEN EN FICHAS ACADÉMICAS REVELA SERIAS FALENCIAS EN LA ULARE
El negocio que hizo la U. La República con los estudiantes de Enfermería de la U. del Mar
12.12.2016
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DESORDEN EN FICHAS ACADÉMICAS REVELA SERIAS FALENCIAS EN LA ULARE
12.12.2016
En marzo de 2013 la Universidad La República (ULARE) reabrió las puertas de su carrera de Enfermería en Santiago, la que había cerrado seis años antes en medio de una aguda crisis económica. Cerca de 400 estudiantes llenaron las recién estrenadas salas y laboratorios que esta universidad -no acreditada- les preparó en apenas tres meses. En su mayoría, los jóvenes provenían de la Universidad del Mar (UDM), principalmente de su sede en Maipú (Santiago), luego de quedar a la deriva por el desplome de esa institución. La masiva migración desde la UDM se debió a que, mientras otras universidades les exigían a esos alumnos repetir uno o dos años de estudio (debido a la dudosa formación en la UDM), la ULARE aceptó convalidarles hasta el 70% de los ramos.
Transcurridos tres años desde ese promisorio inicio, los antecedentes académicos de esos casi 400 alumnos (de los cuales 92 se titularon a enero de este año) arrojan alarmantes resultados.
La principal interrogante se refiere a cuántos ramos efectivamente cursaron y aprobaron en estos años en La República y también en su universidad de origen (UDM). La duda surgió luego de que un equipo de funcionarios de la ULARE, que trabajó durante el primer semestre de este año en la búsqueda de los antecedentes académicos de los estudiantes de esa escuela, descubriera que hasta inicios de 2015 cerca de un 95% de los estudiantes de Enfermería no tenía su registro de notas completo.
Académicos y funcionarios que recopilaron la información académica de los estudiantes, dijeron a CIPER que la apresurada apertura de la carrera permitió, además, la convalidación de ramos sin certeza de que hubiesen sido cursados o aprobados en la universidad de origen. Asimismo, un 30% de las convalidaciones aceptadas por la ULARE no tenían un documento que acreditara su tramitación.
El desorden de los registros académicos que se evidenció fue más allá: algunos alumnos tomaron ramos sin haber cursado las asignaturas previas obligatorias en la malla curricular de esa carrera. Lo anterior fue ratificado a CIPER por estudiantes que reconocieron haber incurrido en esa irregularidad.El rastreo de los registros académicos también reveló que algunos estudiantes de Enfermería estaban haciendo prácticas e internados (en contacto con pacientes) sin supervisión docente y otros que fueron devueltos por los campos clínicos a la universidad por serias fallas en su formación.
El error de una estudiante de Enfermería de la Universidad del Pacífico que en octubre de 2014 le costó la vida a tres pacientes del Hospital de Melipilla, puso bajo escrutinio público a las universidades que imparten esta carrera de alta responsabilidad social (vea reportaje de CIPER: “Negligencia mortal en Hospital de Melipilla devela feroz disputa de universidades por campos clínicos”).
CIPER reveló en febrero de este año el nulo control que ejerce el Estado sobre las instituciones que imparten algunas carreras del área de la salud, como Enfermería y Técnico de Nivel Superior en Enfermería (TENS). Una situación que se agrava por el lucrativo negocio en que se han transformado estas carreras debido a la alta demanda de profesionales del rubro (vea reportaje de CIPER: “Carreras de la Salud: los nocivos efectos de un negocio sin control”). Cifras recogidas en estos días sitúan a la carrera de Enfermería en el primer lugar de la demanda laboral, con un 98,8% de sus recién egresados trabajando.
CIPER conversó con profesores, funcionarios, alumnos y profesionales de los campos clínicos que reciben estudiantes de Enfermería de la ULARE de Santiago, quienes confirmaron que la escasa prolijidad con que se manejaron los registros académicos entre 2013 y 2015 pudo permitir que se integraran al mercado laboral y al sistema de salud personas que no conocen lasherramientas mínimas para ejercer la profesión. En contraste, en la rectoría y la dirección de la carrera aseguran que todo siempre ha estado en orden y que la revisión de los registros internos solo se debió a la migración de los datos desde un sistema manual a una plataforma electrónica.
El naufragio de la UDM a fines de 2012, luego de que estallara el escándalo de sus acreditaciones fraudulentas y el negocio de sus dueños a través de sociedades relacionadas, abrió una oportunidad de oro para la ULARE. De los miles de jóvenes que quedaron sin universidad luego del cierre de la UDM, 295 entraron a estudiar Enfermería en la ULARE. Esa masiva demanda le permitió a La República reabrir esa escuela y acceder a recursos que le dieron oxígeno a una institución que estaba en la UTI.
La carrera se cerró en Santiago en 2007, en medio de la grave crisis financiera de esta universidad asociada desde sus inicios a la Masonería. Y culminó en 2008 con el anuncio de la Gran Logia del cierre de la institución “con dignidad”. Ese mismo año se hizo pública una deuda de entre $9 mil y $10 mil millones, la que le significó a La República –según información de prensa- enfrentar más de cinco mil juicios en tribunales. Pero en 2012 la ULARE no sólo no había cerrado, sino que abrió dos nuevas sedes en Aysén y Purranque.
Al año siguiente, la ULARE reabría las puertas de la carrera de Enfermería. Lo hizo solo en horario vespertino para recibir, en su mayoría, a los alumnos que dejó el cierre de la UDM. El problema es que estos estudiantes venían de una universidad –en especial sus carreras del área de salud- con serios problemas de formación académica. Por ejemplo, la jefa de carrera de Enfermería de la sede de la UDM en Maipú, Tania González Correa, se presentaba como médico cirujano internista, bióloga y enfermera de la Universidad de Chile, además de especialista en medicina geriátrica y terapia natural, pero en realidad era profesora de educación básica y licenciada en educación de la Universidad de Las Américas. La falsa doctora, que terminó en la cárcel, obtuvo un título exprés de enfermera en un programa especial de la UDM.
Héctor Letelier Pantoja, entonces pareja de Tania González, oficiaba de “médico” y profesor de anatomía en la UDM, pero su único título era de tecnólogo médico. Los dos académicos con títulos falsos fueron descubiertos por los alumnos de la sede de Maipú de la UDM, lo que sumado a la mala calidad y alta rotación de otros de sus profesores, agravó la crisis. El resto es historia conocida (vea la serie de reportajes de CIPER sobre la UDM).
Tania González Correa
Los estudiantes de Enfermería de la UDM debieron elegir entre dos caminos. Podían ser reubicados por el Ministerio de Educación (Mineduc) en universidades acreditadas –lo que les permitía mantener su Crédito con Aval del Estado (CAE)- o buscar ellos mismos una nueva casa de estudios.
Los pésimos antecedentes académicos de la UDM no preocuparon a las autoridades de la ULARE. Es más, en conocimiento de la precaria formación que traían estos alumnos, les ofrecieron el “beneficio” de convalidar sus ramos hasta en un 70%. Este punto, sumado a la oferta de un arancel rebajado y no pagar matrícula por los primeros tres años, fue especialmente seductor para los 295 jóvenes que, en su mayoría, ya estaba titulado como TENS. Muchos ya trabajaban en centros médicos durante el día y no querían, como les exigían las universidades acreditadas, recomenzar de cero sus estudios de Enfermería.
Uno de estos alumnos, quién pidió reserva de su nombre, contó a CIPER que entró a estudiar Enfermería a la UDM ya titulado como TENS, pero sólo alcanzó a llegar a tercer año. Cuando la UDM cerró le fue difícil compatibilizar su trabajo en un hospital público con una carrera diurna de cinco años. Y ello, porque en todas las universidades que visitó no le convalidaban los ramos aprobados en la UDM: le exigían volver a cursar desde primer año. En la ULARE, en cambio, le aceptaron quedar en tercer año en horario vespertino, convalidándole poco más del 40% de los ramos cursados.
Cecilia Contreras, directora de la Escuela de Salud de la ULARE a nivel nacional, y jefa interina de la carrera de Enfermería de Santiago, explicó a CIPER que la universidad hizo esto por “vocación”:
– Esta casa de estudios, que no tiene ningún fin de lucro, le dio la posibilidad a estos estudiantes de poder ingresar, porque muchos de ellos estaban perdidos en este mundo ya que nadie los quería recibir por venir con un estigma social. Y a pesar de eso, esta universidad los recibió sin ninguna dificultad, convalidando muchas asignaturas, un 70%, un porcentaje muy noble.
El altruismo de la universidad estaba asociado también a un arancel de $1,6 millón anual en 2013, el que ha ido subiendo hasta los $2,3 millones actuales. Ese monto es el que deben pagar los estudiantes de Enfermería de La República, los que no tienen acceso al CAE por no estar acreditada. Según cifras del Servicio de Información de la Educación Superior (SIES) del Mineduc, esos alumnos han egresado exclusivamente de colegios particulares subvencionados y municipales.
En 2013 la matrícula de la ULARE se disparó a nivel nacional. Si en 2012 la universidad contaba con un total de 1.947 estudiantes, al año siguiente los inscritos llegaron a 3.057, el mayor crecimiento que tuvo La República en el periodo 2010-2015, según los registros del Mineduc. Ese aumento explosivo coincide con la llegada de 728 ex alumnos de la UDM que ingresaron a distintas carreras de la ULARE en sus sedes de Antofagasta, Arica, Coquimbo y Santiago.
Es probable que el manejo desprolijo que hizo la ULARE de los registros académicos que convalidó a los estudiantes de la UDM jamás se hubiera conocido de no mediar una decisión clave de su equipo directivo: postular a la acreditación institucional. Fue así que a principios de este año, se le encomendó a un equipo de enfermeros y administrativos la misión de organizar las fichas curriculares de todos los estudiantes de Enfermería, las que contienen su historial académico. Un paso necesario para el proceso de acreditación, al que la ULARE sólo ha postulado en 2006, y fue rechazada (vea acuerdo de la Comisión Nacional de Acreditación).
La entonces jefa de la carrera de Enfermería, Marion Barrera, y el coordinador académico de la misma, Felipe Machuca, lideraron ese equipo y relataron a CIPER lo que encontraron: un 95% de los alumnos no tenía sus fichas curriculares completas, es decir, no se sabía si habían cursado todos los ramos que debían según la malla de la ULARE. Esto les pareció especialmente grave considerando que ya había 77 titulados provenientes de la UDM, además de otros 15 que venían de otras universidades e institutos. Barrera y Machuca afirman que, al momento de titular a estos 92 enfermeros, la universidad no sabía si todos habían cumplido con los requisitos académicos.
Barrera explicó a CIPER que la búsqueda de los registros académicos reveló que no solo la mayoría de los estudiantes no tenía completas sus fichas curriculares, sino que aproximadamente un 30% de las convalidaciones hechas no tenían respaldo. Además, detectó que cinco alumnos estaban realizando su internado (atendiendo pacientes en centros asistenciales al finalizar la carrera) mientras cursaban ramos básicos –como Anatomía- de años anteriores. Es decir, no tenían todos los conocimientos para desempeñarse en un ambiente de práctica final real.
El proceso que debieron hacer para recuperar la información fue descrito por Marion Barrera:
–Tuvimos que rastrear en toda la escuela las actas para poder armar en lo posible las fichas curriculares. Como muchas de las actas estaban sin firma, ni siquiera teníamos la seguridad de que fueran las definitivas. Los alumnos nos traían listas de notas que el profesor les había mandado al finalizar el semestre, y las teníamos que usar, porque en muchos casos era lo único que había. Y cuando finalmente no encontrábamos nada, teníamos que llegar a un acuerdo con el alumno para que diera una prueba de conocimientos relevantes y así tratar de salvar la situación.
Romero Licuime
En ese caos administrativo, una alumna de la ULARE que venía de la UDM, reconoció a CIPER que, al igual que muchos de sus compañeros, aprovechó que no existía un registro formal de las asignaturas cursadas y tomó ramos que no debía porque no había cursado las asignaturas previas obligatorias. Lo hizo para adelantar su titulación y llegó a tomar 10 ramos semestrales.
Marion Barrera y Felipe Machuca relataron a CIPER que decidieron informar al rector de La República, Alfredo Romero Licuime, de la gravedad de sus descubrimientos. Lo hicieron por separado a mediados de este año. En septiembre llegó la respuesta: ambos fueron notificados de su despido.
Al recibir a CIPER, la actual jefa interina de la carrera, Cecilia Contreras, negó que existiese ese desorden e indicó que solo hubo un cambio en el sistema de registro de notas: desde uno manual a otro digital. En esa reunión, se explicó a CIPER que en 2012 la universidad compró el sistema informático “U+” y que, en el caso de la carrera de Enfermería, recién desde el año pasado se está haciendo el traspaso de las notas que estaban en formato manual.
Para corroborar esa versión, CIPER solicitó a la Universidad La República (16 de noviembre) los documentos de la Escuela de Enfermería que respalden el proceso de convalidación de asignaturas, la tasa de reprobación de ramos y de exámenes de título, y la comparación entre la nota sobresaliente de algunos alumnos en su evaluación de internado y la calificación obtenida en sus exámenes de título, entre otros antecedentes. La Unidad de Comunicaciones de la entidad respondió que serían enviados. Al día siguiente se nos indicó que los antecedentes serían entregados por el rector Alfredo Romero Licuime. Pero en la cita con el rector, éste indicó que debían ser solicitados formalmente a la casa de estudios.
La versión oficial de la ULARE es que la migración de datos desde el sistema manual al digital (“U+”) alcanza al 95% de los alumnos de Enfermería. Un funcionario de la universidad involucrado en el proceso refutó esa cifra y afirmó que, a septiembre, solo se había recuperado un 70% de la información académica de los estudiantes. Puede que esa sea la razón por la que CIPER no pudo acceder a los antecedentes solicitados.
A principios de este año, el CESFAM Batuco (Lampa), recibió a dos alumnos de Enfermería de la ULARE. Una enfermera de ese centro de salud relató a CIPER que, al recibirlos, se percataron de que ambos alumnos en práctica no manejaban algunos conceptos básicos de atención primaria, por lo que les hicieron una evaluación. Ambos tuvieron una nota de 2,1 y fueron devueltos a la universidad. Los dos alumnos nuevos que llegaron este semestre, en cambio, fueron considerados aptos.
Marion Barrera, la ex jefa de carrera, indicó en entrevista con CIPER que mientras estuvo en el cargo recibió reclamos de dos instituciones: el Instituto Nacional de Geriatría (INGER) y el CESFAM Garín (Quinta Normal). En ambos la queja fue la misma: los alumnos no estaban suficientemente preparados para trabajar con pacientes.
Pero mientras en el primer centro cerraron el convenio a principios de este año, argumentando que preferían no tener estudiantes de una institución no acreditada; en el CESFAM de Quinta Normal siguen recibiendo a los alumnos de la ULARE. CIPER intentó sin éxito contactarse con ambas instituciones para obtener una versión oficial, pero una enfermera del INGER indicó que aunque la no acreditación de la ULARE había sido un factor importante, lo que determinó el cierre del convenio fueron falencias en la formación de los alumnos: “No sabían materias básicas y no podíamos dejarlos solos”.
Cecilia Contreras entregó a CIPER dos documentos que, según dijo, había recibido espontáneamente en los últimos días en los que responsables de campos clínicos elogiaban la formación de los estudiantes de la universidad. Uno de ellos está firmado por Marcos Oñate, director regional de Salud de Gendarmería de Rancagua –institución con la que La República tiene su convenio docente asistencial más grande–, quien alaba a los alumnos de la universidad por su “responsabilidad, eficiencia, eficacia y disponibilidad para trabajar en equipo, su agradable don de gente para tratar con nuestros reclusos” (vea la carta completa).
El segundo fue enviado por un organismo colaborador del Sename, la Fundación Padre Alceste Piergiovanni, que administra hogares de acogida para niños y adolescentes abandonados o vulnerados, y en el que los estudiantes hacen su práctica de enfermería pediátrica. Allí se lee que los jóvenes de la ULARE han “desempeñado su labor de manera proactiva, responsable, mostrando un alto compromiso con las labores encomendadas por la fundación”.
La versión de José González, ex profesor de Geriatría de la ULARE, introduce un matiz. González es director de la Residencia Nuestra Señora de los Dolores, un hogar de ancianos que funciona como campo clínico de la universidad. En entrevista con CIPER, explicó que reciben a los alumnos de La República incluso no habiendo un convenio docente asistencial que regule esa relación, en especial en caso de algún accidente, por lo que la residencia asume los riesgos:
– Los estudiantes se esfuerzan, muchos de ellos tienen familia, y nosotros los recibimos porque sabemos lo que les cuesta; pero también porque para nosotros son un insumo. El problema es que es un insumo de riesgo, porque hay alumnos que no saben lo básico. Este año, cuando yo aún era profesor de Enfermería Geriátrica de la ULARE, un ramo de cuarto año, poco antes de salir a internado había alumnos que no tenían idea de fármacos o del Proceso de Atención en Enfermería (PAE), y a esas alturas eso es aberrante.
González explicó que en el hogar de ancianos que dirige los practicantes de Enfermería hacen el trabajo que haría un TENS, como la administración de medicamentos orales o la toma de presión, supervisados por los enfermeros a cargo: “Como la mayoría de ellos ya es TENS, son cosas que saben hacer bien, pero no es lo que tendrían que hacer en un hospital geriátrico ni de la complejidad que necesitan para aprender”, dijo a CIPER.
La mayoría de los internados y prácticas de los estudiantes de la ULARE se realizan en centros que carecen de la complejidad necesaria para desarrollar las habilidades necesarias. Por ejemplo, para la asignatura de Enfermería Siquiátrica, los estudiantes asisten a la Residencia Providencia, un hogar para adultos mayores con patologías como alzhéimer o demencia senil, donde es difícil que vean pacientes con trastornos más diversos y complejos.
Además de básicos, los campos clínicos de la ULARE son escasos. Una académica de la universidad dijo a CIPER que solo tienen nueve de los más de 40 campos clínicos que necesitan para poder hacer de forma óptima todas las rotaciones de sus estudiantes en práctica intermedia e internado. Ese déficit lo cubren con talleres para completar las horas académicas prácticas que exige el plan de estudios.
Esos talleres de 72 horas, llamados “reforzamiento para el internado”, juegan un rol clave ya que solo así los estudiantes pueden completar los dos internados de su quinto año de Enfermería (uno por semestre, de dos meses y tres semanas cada uno), requisito para titularse. Al finalizar el alumno es evaluado. En 2015, según Cecilia Contreras, un 40% de los alumnos fue reprobado en ese examen. Las prácticas también son complementadas con talleres donde se los prepara antes de trabajar con pacientes en recintos asistenciales.
La escasez de campos clínicos podría empeorar aún más para La República. Y ello, porque las normas dictadas recientemente para la acreditación de los recintos de salud pública, los obliga a firmar convenios de práctica asistencial y docente solo con universidades acreditadas. Ese requisito alimenta un círculo vicioso: a la ULARE le cuesta conseguir un campo clínico para la práctica de sus alumnos porque no está acreditada, pero conseguir esa certificación es una meta difícil ya que no cumple ni con un 20% del total de recintos que se le exige para cubrir las rotaciones de sus alumnos.
De hecho, un docente de la Escuela de Enfermería de la ULARE, dijo a CIPER que, por “falta de cupos”, hasta este año había 20 alumnos esperando desde 2014 hacer su internado: “Esto muestra que en la universidad tenemos una matrícula para la carrera de Enfermería que es superior a la capacidad que podemos manejar. No están las condiciones para formar a todos los alumnos que recibimos y si seguimos así, no van a estar pronto tampoco”.
La falta de campos clínicos dio origen a una peculiar solución gestionada por los propios alumnos de la ULARE. Como muchos de ellos trabajan durante el día en diferentes centros asistenciales, ellos mismos se conseguían autorización en esos centros para realizar su práctica e internado. La investigación de CIPER indica que esa “solución” fue utilizada por una gran cantidad de alumnos hasta el año pasado. Como tenían escasa o nula supervisión, de esas prácticas e internados los estudiantes volvían con altas calificaciones.
Fueron esas calificaciones las que provocaron la alerta de los académicos. Felipe Machuca, coordinador académico de la Escuela de Enfermería de la ULARE entre abril y septiembre de este año, explicó a CIPER que lo más sorprendente era que los mismos alumnos que llegaban con excelentes evaluaciones de los campos clínicos, luego reprobaban el examen de título:
– Los estudiantes no sabían tomar decisiones frente a las situaciones clínicas en que los poníamos, siendo que ya habían pasado por las experiencias clínicas. Y son alumnos que después van a ser enfermeros, atendiendo gente.Por eso, teníamos una tasa de reprobación cercana al 80%.