Trump: La reacción de la minoría blanca
11.11.2016
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11.11.2016
La elección de 2016 quedará en la historia como el año de la “reacción” blanca en Norteamérica. El país está en la cúspide de una transformación demográfica sin precedentes con enormes implicancias para la política y la sociedad. Y un gran segmento de la población blanca está agitado.
La pregunta importante ahora es si la victoria de Trump representa un desesperado, pero en última instancia inútil, intento de extender el dominio de la raza o es el comienzo de una larga y fea batalla donde los blancos prefieren arriesgar que el sistema se desplome antes que permitir que cambie dramáticamente, sin pelear.
Los blancos americanos hace tiempo que están conscientes de que viven en una sociedad plural. Pero la verdad sea dicha, siempre se han visto como una nación “extra blanca”. Por supuesto, los bordes de lo que se considera blanco se han expandido a lo largo de las décadas. Y las partes más claras de la población hispana siguen creyendo que pueden ser incluidas en esa categoría. Pero hay límites en el estiramiento de lo “blanco” y hay señales de que los hemos alcanzado.
En ningún país europeo o de europeos trasplantado los caucásicos han pasado de ser una abrumadora mayoría a ser una minoría blanca. Es poco claro si un cambio así de profundo pueda ser llevado adelante sin que un país democrático se deslice hacia el fascismo
Los expertos pueden resaltar cientos de diferentes aspectos de esta elección. Pero el hecho más obvio, el que nos golpea en la cara, es la dimensión racial del voto de Trump. Los analistas hablan sobre cómo sus partidarios se sienten dejados atrás por los cambios de la economía, cómo la globalización y los acuerdos están dañando a uno u a otro grupo de la población, o cómo votaron los que tienen grados académicos y los que no.
Pero ninguno de esos segmentos del electorado explica tan claramente el patrón de votación que hemos visto, como lo hace el factor racial. La única cosa prominente que separa a los votantes de Clinton de aquellos que adhirieron a Trump es que los primeros son racial y étnicamente diversos mientras los segundos son desproporcionadamente blancos.
Más allá de eso, el cuadro es confuso. Muchos de los adherentes de Clinton han sido dañados económicamente y han visto sus estándares de vida erosionados. La mayoría de ellos carece de grados académicos o estudios superiores. En el otro lado, entre los adherentes de Trump hay muchos más votantes educados e incluso mujeres de lo que los observadores esperaban. Y un importante sector de sus partidarios blancos tenía ingresos familiares por sobre el promedio nacional.
A pesar de que el grado de conciencia o identificación racial varía entre los votantes de Trump, su comportamiento político muestra un miedo compartido: algo esencial de la América de ellos se está erosionado muy rápido. “Hacer a América blanca de nuevo”, que es la traducción honesta del slogan de campaña de Trump, es un grito de guerra para mantener a esta nación cristiana, de habla inglesa y dominada por personas con rasgos europeos.
Los datos del Departamento de Educación proveen un vistazo de la transformación demográfica que está ocurriendo desde el punto de los blancos que votaron por Trump. En 1998, alrededor del 63% de los niños americanos inscritos en las escuelas públicas desde kínder hasta el último curso eran blancos. Para el 2023, esto es, antes de que termine un segundo posible periodo de Trump, se proyecta que los blancos representen el 45%.
El punto de inflexión ocurrió en 2014, cuando los blancos se transformaron en minoría en las escuelas públicas por primera vez en la historia. Si esta tendencia sigue, en aproximadamente dos décadas estas transformaciones se reproducirán en muchas otras áreas incluyendo ser minoría entre los electores con derecho a voto.
La pregunta importante ahora es si la victoria de Trump representa un desesperado, pero inútil intento de extender el dominio de la raza, o es el comienzo de una larga y fea batalla donde los blancos prefieren arriesgarse a que el sistema se desplome antes que permitir que cambie dramáticamente
El grupo que lidera este giro en la proporción de las poblaciones es el hispano. Los mismos datos del Departamento de Educación muestran que la proporción de asiáticos en las escuelas públicas permanecerá en torno al 5% hasta el 2023, mientras la proporción de personas de color declinará lentamente hasta llegar al 15%. Por contraste los hispanos, que eran poco más del 15% en 1998, se habrán doblado al 30% al llegar a 2023.
Estas proyecciones están hechas solo sobre la base de tasas de natalidad, que son más altas entre los hispanos, pero no toman en cuenta el cruce de la frontera por parte los indocumentados.
¿Hay alguna sorpresa en que los que apoyan a Trump dieran rugidos de aprobación cuando su candidato prometía levantar un muro en la frontera sur, o prometía atrapar a 11 millones de hispanos y deportarlos (una política que abrazaron alguno hispanos que se identifican como blancos, con la esperanza de cerrar la puerta detrás de los deportados)?
El punto detrás de esto es comprar precioso tiempo en el reloj demográfico.
En ningún país europeo o de europeos trasplantado los caucásicos han pasado de ser una abrumadora mayoría a ser una minoría blanca. Desde el punto de vista político y social, estamos ante un territorio inexplorado. Y es poco claro si un cambio así pueda ser llevado adelante sin que un país democrático se deslice hacia el fascismo.
La elección presidencial de 2016 violó demasiadas normas del discurso político aceptable. Pero los canticos nacionalistas-étnicos en los mítines de Trump y la prominencia de grupos extremista, figuras racista, con su discurso de odio y violencia resultaron especialmente ominosos.
Par muchos votantes de Trump, la elección de Barack Obama representó el final de la civilización como la conocían. Trump mismo, cuyos instintos y capacidades para la demagogia fascista tienen que ser tomadas muy en serio, cultivó ese sentimiento cuando levantó el asunto de la natalidad. Este hombre sabe lo que está haciendo.
A medida que han ocurrido los cambios demográficos en Estados Unidos, los blancos han ido diciendo con rabia y desafío que si iban a pasar a ser minoría, sería en los términos que ellos decidieran.
La tarea que queda es para los progresistas, tolerantes y pluralistas que deben levantarse frente al profundo y peligroso desafío que el “Trumpfismo” representa. La batalla será cuesta arriba porque las personas forman grupos excluyentes mucho más fácilmente de lo que forman grupos inclusivos.
Sin embargo, el primer paso para proteger América del peligro de una nueva ola de políticas racistas es un poco de dolorosa honestidad sobre lo que acaba de pasar y por qué esta elección fue sobre la raza.
*Publicado originalmente en The Huffington Post, reproducido y traducido en CIPER con autorización del autor.